jueves, 23 de abril de 2015

“La magia de renacer en Agosto”
 El sol nacía radiante, aunque tímido en un día de invierno. Temprano las luces se encendieron en el gran recinto y las escobas y cepillos empezaron su baile, cuando de pronto los aromas a incienso, mirra, limón y canela, de romero y ruda comenzaron a invadir los rincones de esos espacios llenos de sueños, de inquietudes y miedos, de anhelos y fracasos, de silencios y gritos. Las nubes de humo fueron la señal de la bienvenida, de la apertura hacia una experiencia ancestral. Como en peregrinación llegaron todos con sus ofrendas y regalos, sus coloridos sombreros y cintas de colores. Poco a poco fue bosquejándose el cuadro pictórico: un gran salón y al final, en el fondo la Tierra esperando ser bendecida y ansiosa de ser alimentada. Mientras cada invitado a la celebración se avocaba a su tarea de compartir y agradecer colaborando en el armado de la fiesta, en ese rincón sagrado con los rayos del sol esperando penetrar ansioso y gotas de agua bendita derramándose, con una pala los elegidos ayudan a “parir a la madre tierra”. Madre Pachamama que enseñas a brindar lo mejor del ser humano y agradecer por lo recibido, madre de la unión y el respeto, es sin duda para nuestra comunidad educativa “la maestra de los valores”. La Tierra se abre se brinda integra, y cuando todo pasa es abrigada con el manto de los colores de la integración, de las raíces andinas que marcan nuestra historia. La magia comienza en este punto cuando en el colegio todos parecen desconectados, los tibios rayos del sol ilustraran un camino hacia el mojón de las ofrendas. Los cientos de adolescentes que día a día se guía en las aulas a construirse como personas mediante la educación, ese día caminan atraídos por las energías de la Tierra que quiere enseñarles a renacer y creer en los sueños y en el futuro. En este suelo norteño donde esta magia sucede, hablar de Pachamama es hablar de cultura, tradición y educación. Vivir la experiencia de honrar la Tierra es un golpe de reflexión para el docente que toma conciencia que la esperanza de que los esfuerzos de hacer personas integras a los alumnos no fueron en vano. Es ver florecer esos pequeños árboles que con empeño se intenta enderezar. Para los alumnos, en cambio, es una cachetada al cambio, a dar vuelta la página y un comienzo de ciclo donde todo toma otra dimensión porque se dan cuenta que los valores y virtudes son las alas para volar hacia el triunfo y salir de la oscuridad.



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